Hoy miércoles once de junio, 36.000 alumnos catalanes empiezan los exámenes de la selectividad con muchos nervios, ya que según afirma Andrés Bellido, presidente de la sección de Psicología de la Educación del Colegio de Psicólogos de Cataluña, ”para muchos de estos jóvenes es la primera vez que se encuentran delante de una situación límite”.
Y es que son muchos los jóvenes que estos días dormirán apenas 4 horas, no comerán e incluso se mostrarán irritables con su entorno familiar y social. Parece como si la selectividad abdujese la mente de los estudiantes.
Esto se debe a las notas de corte tan altas que reclaman las universidades para acceder a algunas carreras. Muchos alumnos pondrán, entre hoy y el viernes, todo su esfuerzo para conseguir la mejor nota posible. Especialistas, como los del Colegio de Psicólogos de Cataluña, destacan que los alumnos que se esfuerzan mucho para conseguir esa nota lo mínimo que pueden sentir es estrés y ansiedad. En cambio, otros no sienten la selectividad como un suplicio, ya que necesitan poca nota para acceder a la universidad y apenas se sienten nerviosos.
Personalmente, yo recuerdo la selectividad como un auténtico desafío, ya que en tres días tenía que examinarme de siete exámenes. Fueron días difíciles, entre insomnio por los nervios y comer poco por lo mismo. Así que hoy me he identificado con los rostros de pánico de un grupo de alumnos que viajaban en el tren con destino a la selectividad.
Lo que encuentro realmente negativo a todo esto es el hecho de la concentración de exámenes en tres días, ya que está comprobado por especialistas que un sólo examen supone una presión en la persona que hace superar sus niveles de estabilidad emocional y de estrés. Pues imaginaos si son siete u ocho exámenes.
En relación con lo anterior pero haciendo hincapié en el aprendizaje, los conocimientos que obtienen los jóvenes después de someterse a este tipo de exámenes es casi nulo. Según David Bueno, biólogo especialista en neurodidáctica, afirma que el problema de este sprint final es que dichos aprendizajes que puedan obtener los alumnos estos días servirán únicamente para subir unas décimas a la nota, pero se perderán en el olvido pronto, ya que no habrán quedado en la memoria a largo plazo. Además destaca que este hecho es culpa del nerviosismo, ya que no favorece el paso de los aprendizajes de corto a largo plazo, así como tampoco el establecimiento de relaciones entre conceptos ni informaciones.
Otras organizaciones educativas, como la Fundación Jaume Bofill, aseguran que el hecho de memorizar en periodos tan intensivos no ayuda a desarrollar competencias múltiples en los jóvenes, que es lo que precisamente se debería exigir para entrar en la universidad.
Así que podemos decir que nos encontramos en una situación que, lamentablemente, no se ha podido solucionar aún. Algunos especialistas del campo de la educación y de la psicología remarcan que la mejor opción sería substituir la selectividad por pruebas específicas que las propias universidades realizaran, ya que estaríamos hablando de centrar la temática de la prueba en el ámbito en el que el o la joven quiere dedicarse.