Como todos sabemos, el pasado domingo 25 de mayo se celebraron las elecciones europeas. Siempre, desde que tengo edad legal para hacerlo, he ido a votar. Recuerdo que cuando entré en la sala que me correspondía para introducir mi voto en aquella urna, los asistentes se me quedaron mirando algo perplejos. El hombre que se encargaba de tachar mi nombre de la larga lista electoral me miró y le dijo a su compañero ‘mira una chica joven, que pocos han venido hoy…’ refiriéndose a los jóvenes. Entonces miré la urna y la verdad es que muy llena no estaba.
En mi pueblo hubo una participación total de 41,45%, es decir, que más de la mitad de los ciudadanos no ejercieron su derecho a voto. Lo que me preocupó más fue que yo había ido a última hora y que la urna estaba casi vacía. Eso quería decir que yo era una de las pocas jóvenes que había ido a poner un granito de arena en la decisión democrática de las elecciones europeas.
¡Estoy indignada! ¿Acaso no es importante ejercer este derecho con la semejante crisis actual? Todos sabemos lo que costó y lo que lucharon nuestras generaciones para conseguir el derecho a decidir democráticamente sobre aquello que pasa en el país o, en este caso, en el conjunto de la Unión Europea. Así que ¿por qué ahora nos negamos?
Considero que los jóvenes debemos reivindicar aquellos derechos que son nuestros, y no pensar, como muchos lo hacen, que el voto no sirve para nada. Además, es un privilegio que tengamos este derecho gracias a las disputas de nuestros antepasados.
Es cierto que vivimos en un estado de desconcierto y, muchas veces, en una situación constante de cambios rápidos que no nos permite reaccionar. La crisis ha desanimado, desmotivado e incluso ha bajado los niveles de autoestima de la población por lo que a la vida laboral, estudiantil y familiar se refiere, pero no debemos rendirnos, y los jóvenes menos.
Somos el futuro, y éste debemos decidirlo nosotros y no ”los de arriba”. Debemos decidir en qué momento queremos vivir y cómo queremos que ocurran los acontecimientos, no dejarnos influir por ciertas fuerzas políticas y, sobre todo, tener nuestro propio criterio y nuestra opinión personal sobre los problemas que afronta nuestra sociedad. Somos personas que ayudaremos a nuestras generaciones anteriores e iniciaremos a las generaciones posteriores. Una manera de colaborar en un futuro próximo es a través de nuestro voto, que cuenta como una decisión de nuestro futuro político y social. Así que votar se convierte en más que un derecho, en un deber para luchar contra las injusticias y desigualdades sociales.